Diciembre 2012
Dr. José Barbosa C.
RECTOR - CANCILLER UTPL
Resultará extraño que un estudiante utepelino, de aquellos que todos los días vemos recorrer el campus y que habitúa de las pláticas en la Cafetería, sea el mismo que hoy pretende llegar a usted(es) con un reclamo formal de lo que ha visto en su recorrido universitario. Sin embargo, el sentido común toma forma cuando recaemos en la idea que como estudiante soy parte activa de la causa y es mi deber contribuir con criterios que salvaguarden mi Derecho a una educación de calidad.
Mi nombre es Pablo Rojas Erazo, estudiante de la Escuela de Ciencias Jurídicas de UTPL, joven no manipulado por nadie para escribir mis líneas pero con una necesidad moral de comentar sobre asuntos académicos que nos benefician a todos.
La presente no es un mensaje inédito pues son rumores que están dispersos en las aulas o en los pasillos, en mente y boca de los estudiantes pero que muy pocos se atreven a afrontar. ¿La razón para sepulcral silencio? Quisiera pensar que es por la falta de espacios de opinión, quisiera imaginar que las vías de comunicación autoridades-estudiantes son escasas, todo eso para disfrazar el ‘miedo’ que el sistema nos ha obligado a asumir y que vosotros indirectamente alimentan a través de la independencia de roles y la rigidez de actitudes: No recuerdo en mis años universitarios a un directivo ingresando al aula para espontáneamente averiguarnos si estamos conformes con la educación que la Universidad nos ofrece y por la que muchos padres-madres de familia se sacrifican para cumplir con su parte del trato. ¿Acaso el directivo debe yacer inmóvil en su escritorio y el estudiante en el aula de clases sin la relación natural que el mismo proceso exige? ¿Acaso el único contacto canciller-estudiante es una cita con la secretaria del rector, inventando un motivo que justifique interrumpir sus actividades?
Una respuesta inmediata podría invocar a nuestros representantes, FEUTPL y presidentes de ciclo, pero tampoco debemos engañarnos porque la limitada democracia en su elección sólo desnuda una realidad: ser presidente es un premio y no se puede criticar a quien entrega el reconocimiento; entonces la foto oficial y un ente meramente informativo toman partida para inmovilizar la sana crítica. Actualmente me desempeño como presidente de mi paralelo y si la comunicación con la directiva de estudiantes de mi Escuela es nula, no quisiera ahondar en el pedregoso camino que se vuelve unir esfuerzos para llegar a usted(es) con propuestas. La gestión de nuestros representantes se ha vuelto demasiado conformista, razón vital para que nuestras expectativas respecto a sus actividades se limiten a no esperar nada de aquellos que fueron elegidos para cumplir con el protocolo.
Mirando a la Escuela de Ciencias Jurídicas, realidad que puede ser la de otras Escuelas en UTPL, el sistema pedagógico es crítico: Un pensum académico que debería ser revisado, docentes que por un lado pueden ser excelentes profesionales (abogados) pero que como facilitadores del aprendizaje no tienen noción de cómo llegar al estudiante y docentes por otra parte, con un elevado espíritu de irresponsabilidad son pilares que destacan en mi argumento.
Detallando, el pensum académico en Ciencias Jurídicas merece un replanteo, existen asignaturas básicas que no se pueden modificar pero otras recaen en la redundancia, e.g. Derecho Internacional Público y Derecho de Integración (materias que son equivalentes, no iguales, pero tienen el mismo tratamiento en su contexto). De igual manera, la idea de dictar un Derecho Romano que excluya a otras familias jurídicas no genera un marco referencial exitoso para conocer nuestro derecho sino es una lección de adoctrinamiento en potencia, bien podría sumarse una Historia del Derecho en sentido amplio o mejor aún, un Derecho Comparado. Además, como se supone la preparación universitaria en discordancia con la práctica profesional cuando la oralidad en procesos judiciales está siendo implementada y no poseemos una materia de Argumentación Jurídica en nuestro pensum. Y me resulta difícil imaginar que nuestra malla académica no posea un apartado para la Deontología Jurídica, dedicándonos a formar fieles ‘robots’ con una conciencia jurídica metalizada. Una innovación académica es la propuesta de la cátedra compartida implantada en determinadas materias pero la duda me asalta cuando no existe la coordinación necesaria entre ambos docentes, condenándonos a repetir contenidos y a criterios contradictorios. Entiendo que éste primer pedido es más complicado de lo que parece, incluso según tengo entendido escapa a vuestras responsabilidades pero conozco Escuelas que han migrado con varios cambios de pensum y hoy se han consolidado como pilares de UTPL.
El cambio curricular no sólo debe forjarse a nivel de materias sino del procedimiento para tomar aquellas. Me resulta extraño que para tomar Gestión Productiva I sea necesario tener un nivel I de Inglés, ¿desde cuando el planteamiento de un tema de investigación o respaldar información de tesis en Derecho (GP I y GPII) necesita de un manejo del idioma extranjero básico, relegando a un atraso en su estudio a los estudiantes que por diversas causas aún no toman los distintos niveles de Inglés? Eso sin profundizar en un modelo ineficiente en su enseñanza, donde un ‘saber’ que se viene asimilando desde la niñez misteriosamente se vuelve un trauma en nuestra Universidad y tiene la etiqueta de ‘Inglés’.
Un motor importante en el sistema de enseñanza- aprendizaje son los docentes y en UTPL como en otros centros los hay de los dos tipos: Buenos y malos. Refiriéndome a los primeros, es indiscutible que en nuestras filas poseemos profesionales de altísima calidad, muchos de ellos reconocidos en el sector público y entre la ciudadanía en general, pero que cuando asumen el rol de docentes, su imagen se ve desgastada ante la imposibilidad de trasmitir conocimientos a un grupo de jóvenes. ¿Será acaso necesario un seminario intensivo de pedagogía previa? La respuesta es clara, SI, pero no especulemos con unas Jornadas de Reflexión de dos días como una panacea, sino en un período completo de estrategias metodológicas que les permitan auto-denominarse DOCENTES en la magnitud de la palabra.
Un dato curioso: existen materias que poseen un alto índice de anulación y nadie se ha preocupado por indagar sus causas, todos entienden que no debe ser coincidencia que grupos completos anulen una asignatura pero no hay la diligencia necesaria para tomar acciones, e.g. Filosofía del Derecho. Me pregunto qué sucedería si por cada anulación, el dinero invertido en la matrícula debiera ser devuelto, tal vez en aquel escenario si tuviéramos respuestas. Y vale la pena aclarar que este asunto no es desconocido para las autoridades o al menos para sus ‘arcas’ pues para completar con la odisea, el estudiante debe cancelar un valor adicional para acabar con la ironía; imaginemos anular una materia por un docente antipedagógico (me refiero a las deserciones de grupos amplios en una misma asignatura), aguardar la voluntad de una firma, resignarse a que la Universidad no te devuelva el valor que cancelaste por una educación de “excelencia”, adicionar la tasa económica (10 USD) y volver a tomar la asignatura con el mismo docente que continúa ahuyentando estudiantes cada ciclo.
Ahora bien, la otra clase de docentes (los "malos”) son el resultado de actuaciones irresponsables; aunque suene increíble, no es sorpresa encontrarnos con asignaturas donde las asistencias del profesor son escazas durante todo el ciclo, provocando enormes vacíos académicos y una discontinuidad en el manejo del plan de estudios. Las excusas para sus faltas son muy variadas, desde sumarle más importancia a su trabajo fuera de la Universidad, hasta causas médicas que impiden su presencia pero que no subsanan los espacios inutilizados. Si su tiempo está copado en demasía, sería saludable que dimitan en su rol y permitan que otros profesionales suplan nuestras ansias por aprender. En este tema, no pretendo etiquetar sólo a docentes con formación deficiente (es notorio cuando improvisan y cuando dominan) sino incluir a docentes académicamente productivos que pueden confundirse con docente “malos” por su imprudencia pero se hace necesario tomar correctivos.
Termino mis ideas, en medio del pedido del Administrador de “nuestra” Cafetería exigiendo que se retiren todos aquellos que no consumen (algunos porque no quieren, otros porque no pueden), lo que conlleva a finalizar la presente con el ánimo de haber aportado someramente con ciertas pautas y con la intención de seguir narrando lo que mis días en UTPL me van mostrando. Al final, si no soy yo quien escribe nuevas líneas, seguro hay cientos de alumnos que al menos las piensan.
Pablo Israel Rojas Erazo
cc. Dr. Santiago Costa A. – Director General Académico UTPL
cc. Dr. Homero Tinoco – Director de la Escuela de Ciencias Jurídicas UTPL
cc. Dr. Carlos García T. – Coordinador de Titulación – Escuela de Ciencias Jurídicas UTPL